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23 de febrero de 2024Por: Staff / Juárez Número Uno

Un siglo de amor por la familia y los caballos

Don José Rafael Martínez festejará mañana sus 100 años de vida acompañado de sus esposa, hijos, nietos y bisnietos

Acompañado de su bastón, y de sus recuerdos, Don José Rafael Martínez Pérez revela con su mirada serena, para luego esbozar una sonrisa, los 100 años que acaba de cumplir; un siglo de existencia en el que ha tejido lazos inquebrantables con sus más grandes amores: su familia y sus caballos. 

Originario de Moris, Chihuahua, Don Rafael llegó a Ciudad Juárez en 1956. Antes, con poco más de 30 años, y mucha ilusión, se fue de bracero a Estados Unidos.

“Yo salí de Madera, dejé a mis padres allá, pero cuando andaba de bracero mis padres se vinieron a Juárez, y yo regresé. En un principio vivimos en la colonia Melchor Ocampo”, comentó el hombre nacido el 21 de febrero de 1924.

En aquel tiempo, en el que los peatones que cruzaban el puente internacional hacia El Paso pagaban 15 centavos mexicanos o 10 centavos estadounidenses, Don Rafael se dedicó al comercio; llevaba mercancía a Namiquipa y pueblos aledaños, para regresar a esta ciudad con kilos de frijol, papa y maíz, y venderlos.

“De vez en cuando me gustaba ir a una cantina que se llamaba San Luis, en la avenida 16 de septiembre. Pero me gustaba más ir a un lienzo charro que estaba por la Panamericana”, recordó.

Como hombre fiel a sus costumbres, que se aferra a la vida de campo, a finales de los años 60 construyó un rancho en el municipio de Ascensión, y metió ganado.

Tiempo antes de forjar esa propiedad, aquí en Juárez forjó una familia, un matrimonio que le dio cuatro hijas y un hijo. Hoy cuenta además con nueve nietos y cinco bisnietos. 

Pese a que no fue un hombre de estudios, ya que solamente terminó primero de primaria, la vida lo hizo una persona de mente ágil, el resto lo alcanzó gracias a su tenacidad y esfuerzo.

“Fueron más las ganadas que las perdidas”, sentenció Don Rafael con respecto a las carreras de caballos, a las que es aficionado, y a su vida misma. 

A sus 100 años, este hombre recio no utiliza anteojos, y si bien ya no escucha con un oído y padece artritis, camina por sí solo, sostenido de su bastón.

Para celebrar su vida, sus hijos darán una fiesta, le cantarán las mañanitas (tema que hiciera famoso Pedro Infante, en 1948, cuando Don Rafael tenía 24 años), y él pedirá un deseo: “Tener fuerzas para seguir trabajando”.

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